miércoles, octubre 19, 2011

Felicitaciones para este pueblo, felicitaciones para los israelíes


19/10/2011
Gilad Shalit saluda a Binyamin Netanyahu en su regreso (Foto: Ynet)
Israel ha liberado 13.509 prisioneros para obtener la libertad de un total de 16 soldados. Un promedio de más de 800 por cada uno. Pero este es el precio. Por Bradley Burston.

Mantener una promesa puede implicar una decisión terrible. Que es justamente el motivo por el cual el apoyo masivo de los israelíes al intercambio de prisioneros por Gilad Shalit merece una profunda admiración, inclusive el asombro.

Al conducir a sus líderes a aceptar el acuerdo, al apoyar a Benyamin Netanyahu a dar su conformidad, los israelíes se juegan sus vidas y las de sus amados hijos. Y todo por mantener una promesa.

A primera vista, el intercambio es absurdo, de algún modo, casi suicida. A primera vista, acordar con Hamas para liberar a más de mil prisioneros palestinos, muchos de los cuales están orgullosos de haber perpretado el asesinato de personas inocentes en premeditados actos de terrorismo, no tiene mucho sentido.

Los israelíes saben que el intercambio va a reforzar la recientemente languideciente popularidad de Hamas, en particular, a sus figuras más destacadas. Podría socavar a los palestinos moderados, alentar el retorno del terrorismo a gran escala, y afectar a la Autoridad Palestina, en un proceso de erosión de la seguridad de los israelíes a ambos lados de la Línea Verde.

El acuerdo para traer a Gilad Shalit junto a su familia, es doloroso para los israelíes que han sido víctimas del terror. Es, en todo caso, espeluznantemente peligroso. Pero era lo que había que había hacer.

El acuerdo es un vestigio de un Israel que estaba desapariendo. Es el vestigio de un coraje excepcional. Es la expresión del carácter nacional que en general pasa inadvertido en un medio ambiente que premia el extremismo por sobre lo que hay que honrar. Es la prueba de un pueblo leal a los valores que el tiempo y las agendas partidarias a veces parecen haber diluído y borrado.

El pacto realizado a cambio de Gilad Shalit es el vestigio de una tierra prometida para la cual - su pueblo día a día dona su juventud y sus vidas para defenderla - todavía es importante cumplir con las promesas.

La primera de esas promesas es muy simple. Cuando te alistan y te dan armas y comienzas a servir en el ejército, te dicen, a vos y a tu familia : si te perdés en el campo de batalla, te recuperaremos. Sea como fuere.

Implique lo que implique. Aun si eso implica demasiado.
La lista de terroristas liberados es insoportable. Las cifras sobrepasan lo entendible. Hasta que uno se da cuenta que siempre ha sido así.

En los nueve intercambios de prisioneros entre Israel y los países árabes enemigos, desde el primero, hace 54 años, Israel ha liberado 13.509 prisioneros para obtener la liberación de 16 soldados. Un promedio por encima de los 800 por cada uno de ellos. Ese es el precio.

Se dice que las personas incluídas en la lista para el acuerdo actual han sido directamente responsables de las muertes de 599 israelíes. Si los israelíes hubieran esperado más para realizar el acuerdo, Gilad Shalit podría haber sido el número 600.

El martes a la mañana, millones de israelíes, escucharon una oración que les permitió, después de mucho tiempo, volver a respirar. Gilad Shalit ya no está en manos de Hamas.

Existe algo extraordinario en las entrañas mismas de esta gente, de los israelíes. En el verano, cuando cientos de miles de personas marchaban por las calles pidiendo justicia social, fueron estruendorosos en su apoyo a un pacto como este, para ver liberado a Gilad Shalit.

Quizás, en la más impresionante muestra de apoyo, algunos de los más profundamente heridos por los terroristas que iban a ser liberados , salieron en apoyo del intercambio.

"Desde el punto de vista de una madre, estoy a favor del precio que se ha pagado para traer a casa a Gilad Shalit," dijo Sarit Golumbek, que perdió a su hijo Zvi hace 10 años en el bombadeo de Sbarro, el restaurante de Jerusalén, al periódico Yedioth Ahronoth la semana pasada. "Mi corazón está con la familia Shalit."

No existe manera de comprender lo que ha atravesado Sarit Golumbek. No hay modo de entender lo que los israelíes como pueblo acaban de hacer, al cumplir ese tipo de promesa, mostrando la profundidad de la compasión, arriesgándose de este modo, para traer a casa a uno de los suyos. Alguien a quien nunca habían conocido hasta que fue demasiado tarde.

Pero en Israel, siendo lo que es, muchos, muchos de ellos fueron personalmente a hablar con los Shalit, en sus caminatas a lo largo y ancho de Israel, en la carpa frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén, la carpa de la protesta que fue su hogar hasta que llegaron las noticias de que su hijo iba a ser finalmente liberado.

Felicitaciones para este pueblo que trajo a Gilad de vuelta a casa. Felicitaciones para estas personas, los israelíes, que contuvieron su aliento durante cinco años y cinco meses, esperando noticias de alguien al que no conocían, pero que bien podrían haber sido ellos mismos.

Felicitaciones, también, para Benyamin Netanyahu. Hizo lo que el pueblo de Israel quería. Ese es su trabajo. No negoció a favor de una minoría viciosa. Tuvo el coraje de un pueblo valiente. Por eso está ahí.
Hizo lo correcto.

Traducido por Myriam Boclin
mboclin@bestversion.com.ar

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